Armagedón
La temperatura ambiente era abrasadora. Hacia varios días, varios medios escritos y televisivos se habían hecho eco de esta anomalía de la naturaleza. Se buscaban como desde hace tiempo atrás, explicaciones en el efecto invernadero y el cambio climático global. Pero los que todo lo saben y los que todo investigan, sabían que había algo más allá de la simple deducción física y científica. El aumento de la temperatura era a todas luces anormal.
Gabriel era un muchacho tímido, de 20 años, huérfano, vivía solo en esa gran ciudad del centro que es Minópolis. Trabajaba en una tienda de alquiler de videos, y la mayor parte de su sueldo lo enviaba a su abuela enferma que vivía en una ciudad del interior. Gabriel era un muchacho con muchos valores: sensible, educado y atento. Su principal diversión era leer libros de cultura general y escuchar rock romántico en idioma ingles. No era una persona religiosa. Cuando estuvo en el Instituto General estudiando Informática se enamoro de una muchacha que solo se burlo de el y sus buenos sentimientos. Pero Gabriel había superado y olvidado ese incidente. Ahora estaba solo.
Un sacerdote gritaba en la misa matinal que el Fin del Mundo estaba cerca, que las señales del clima y el tiempo violento que se vivía eran prueba de aquello, recitando pasajes del Apocalipsis bíblico, llegaba a la mente de sus oyentes, quienes conmovidos con el mensaje, llevaban raudamente la mano al bolsillo para depositar generosas limosnas en la caja de la sacristía. Aunque las intenciones del religioso eran llenar sus arcas, no estaba lejos de la realidad.
Cristina reía mientras bromeaba con sus amigas del Instituto, habían decidido faltar a clases para acudir a la piscina de la zona donde vivía, que ese día estaba abarrotado de gente. Era una agraciada jovencita de 19 años, estaba terminando el primer curso de Medicina, quería ser una gran doctora y especializarse en Oncologia, su padre había muerto de cáncer 5 años antes. Su madre se había casado con otro hombre y estaba viviendo en otro continente, y solo se acordaba de ella cuando le enviaba el giro para el pago del curso. Cristina compartía un apartamento con Bárbara, su alocada amiga. Pero a pesar que las circunstancias de la vida habían sido adversas para ella, se mantenía juiciosa, recordando siempre los consejos que su padre le dio desde niña.
Bárbara le preguntaba si le atraía Gerson, un chico brasileño de la clase donde ellas estaban, le decía que el se había mostrado interesado en ella, y que seria un buen partido, ya que tenia un automóvil muy bonito y muchas chicas querían estar con el. Pero los gustos y preferencias de Cristina estaban por encima de esas trivialidades, y como siempre le respondió a su amiga que dejara de buscarle hombre, que lo que ella aun quería era concentrarse en sus estudios y terminar los mismos. Bárbara le dijo por enésima vez que era una aburrida y que la vida había que disfrutarla al máximo, porque mañana podían morir. Y tenía razón.
Esa noche Bárbara salio a una fiesta con su pareja del momento: William, que vino con Gerson para convencer a Cristina de salir, pero ella no quería saber nada de esos muchachos ni de la vida loca que llevaban, y se excuso diciendo que tenia que hacer otras cosas.
La noche era calurosa para acostarse temprano y Cristina se animo a ver alguna buena película y salio a alquilar la misma. Bajando el ascensor recordó que la tienda donde siempre ella alquilaba sus videos favoritos había cerrado y tendría que recorrer varias calles más para encontrar otro. Esto no le hizo gracia, ya que la noche no tenia nada de fresca.
Gabriel esperaba la hora de cierre del local, esa noche había planeado viajar al pueblo donde vivía su abuela y darle la sorpresa, era sábado por la noche y estaría hasta el lunes en la mañana con ella, regresaría a tiempo para abrir el negocio el lunes al mediodía.
Las últimas noticias invadían la programación de todos los canales a esa hora. Una cadena de violentos terremotos destruían varias ciudades habitadas por millones de personas en el continente europeo. Un fenómeno nunca visto ni registrado en la historia se sucedía en ese momento: terremotos de grado 9 y 10 se sucedían uno tras otro en varias ciudades de Europa. Gigantescas olas ocasionadas por estos mismos se tragaban ciudades costeras al otro lado del mundo. Algún testigo llego a decir por la TV, que parecía que la mano de un gigante sacudía la tierra. Pero esto solo era el principio.
Eran casi las 10 p.m. y multitudes de persona se agolpaban en las calles, comentando con sorpresa los acontecimientos que se sucedían al otro lado del mundo. Cristina ingreso a la tienda de alquiler de videos de Gabriel, pero no busco ninguna película, solo se puso a ver las noticias en el monitor de TV del establecimiento. Gabriel comento en voz alta que era increíble lo que estaba ocurriendo, llamando la atención de Cristina, quien lo miro fijamente, pues creyó haber reconocido a alguna persona en el.
Nadie en la televisión ni en las noticias parecía dar una explicación lógica a lo que estaba sucediendo. Mas noticias llegaban de todas partes del mundo, en varias zonas de Sudamérica se había ido la corriente eléctrica y las comunicaciones eran nulas. En Oceanía, noticias de gigantescas olas que tragaban islas enteras parecían sacadas de algún cuento de terror o ciencia ficción.
Mientras en Minópolis, el calor era mas insoportable, había subido la temperatura hasta los casi 43 grados centígrados, en una ciudad acostumbrada a lo mas a 32. Y eran las 11 de la noche!!! Finalmente, lo que suele suceder en situaciones como esta, pasó. Grupos de personas corrían desaforadamente por las calles, saqueando los comercios, sobretodo las tiendas de comestibles y los supermercados. Gabriel cerró la tienda y Cristina al ver lo peligroso que podría ser intentar regresar a su casa, le pidió si podía quedarse un rato más dentro, hasta que por lo menos se tranquilizara la situación. Gabriel asintió y le dijo que era lo más prudente en esas circunstancias.
En Minópolis, empezó a cundir el caos, seguramente como en todas las ciudades del mundo, donde situaciones parecidas se sucedían. No había fuerza pública, y mientras muchos incendios empezaban a sucederse en la ciudad, se fue la energía eléctrica. Gabriel se agenció de una radio a pilas, pero era inútil, no funcionaba ninguna estación regular; cambio la frecuencia a onda corta y pudo detectar apenas dos transmisiones débiles, una de un radioaficionado y otra de alguna radio comercial de otro país que aunque en un idioma diferente, permitía escuchar la voz desesperada de su relator.
Mientras Cristina, intentaba infructuosamente mediante su celular, comunicarse con Bárbara, pero no había caso, no había señal telefónica. Las comunicaciones estaban muertas. Por las ventanas del local veían grupos de personas corriendo llevando el producto de sus saqueos, mientras dentro el calor se hacia insoportable. Hacia la medianoche, Gabriel termino de asegurar el local y le dijo a Cristina que lo mejor era intentar descansar, al amanecer trataría de saber que sucedía y si podían ir cada uno a su casa.
Aun a pesar de las circunstancias, en donde el instinto mas primitivo de los seres humanos sale a flote, Cristina se sintió muy segura con Gabriel, alguien a quien recién había conocido, pero que dentro de ella, le decía que podía confiar plenamente. El radioaficionado al parecer había encontrado alguien con quien conversar, pero sus conversaciones eran interrumpidas por fallas en su señal, pero entre ellos se preguntaban de la situación imperante, uno era de una ciudad muy al norte de Minópolis y el otro al parecer era de la ciudad misma. Gabriel y Cristina solo podían oír quizá al igual que muchas personas mas, pues su radio solo era receptor y no transmisor.
Convencidos que la situación era a nivel global, sin energía eléctrica, con pocas provisiones de agua y casi nada de comida, más que los bocaditos que se suelen expender en negocios como estos, Gabriel y Cristina planeaban como saldrían al día siguiente; habían conversado lo suficiente como para sentir confianza el uno en el otro y conocerse lo necesario. Gabriel acompañaría a Cristina a su departamento y el trataría de viajar al pueblo donde vivía su abuela. Hacia las 4. 30 de la madrugada se quedaron dormidos.
La tierra empezó a temblar, de un modo intenso y que parecía no tener fin, los DVDs acomodados en las góndolas cayeron al suelo y Gabriel apenas de un tirón logro sacar a Cristina del local que se derrumbaba; eran las 7 de la mañana del domingo, el sétimo día simbólico en la creación del mundo.
La escena era aterradora, casi ningún edificio de esa calle y al parecer de toda la ciudad quedo en pie. Por una cuestión de suerte, rápida reacción o tal vez lo que llamamos milagro, Gabriel y Cristina se salvaron. Corrieron desesperados y asustados por lo que era la avenida preguntando por mas sobrevivientes, habían personas que también se habían salvado, en medio de la confusión general y del calor abrasador, un sonido agudo que se hacia mas fuerte a cada segundo, irrumpió la escena, el cielo empezó a oscurecerse y de pronto de una manera increíble, empezó a llover con un estrépito nunca antes visto en esa ciudad.
Ciertamente ese era el Día del Fin del Mundo, no había otra explicación para tantas plagas a nivel global. Totalmente empapados y cobijados bajo las ruinas de lo que había sido un edificio de 15 pisos, Gabriel y Cristina, se protegían de la atroz lluvia, ella lloraba asustada y el confundido no sabia que hacer, no rezaba puesto que no era religioso, pero esa hubiera sido una buena ocasión para hacerlo.
Ellos por un instinto más de supervivencia que de otra cosa, estaban abrazados el uno al otro, asustados y confundidos. La lluvia arreciaba mas, cayo el cielo por alrededor de 2 horas, y hacia las 9 y 30 de la mañana de ese día final, dejo de llover. Pero había caído lo suficiente como para anegar y hacer pequeños pozos en medio de la devastada ciudad. El cielo tenía un tono cobrizo y el calor había descendido dramáticamente después de la lluvia. Caminaron sin rumbo buscando a otros sobrevivientes, a los que se unieron, pero reinaba el caos y la confusión. Hacia el mediodía, ya se había concentrado un regular grupo de sobrevivientes, donde también estaban ellos, todos confusos y sin saber que hacer, puesto que no había un guía visible en ese grupo, no tardaron en desorganizarse, y cada uno por su cuenta buscar sus alimentos en los negocios derruidos de la gran ciudad.
Completamente abandonados a su suerte, este grupo de personas, donde se incluían Gabriel y Cristina, caminaban hacia una de las salidas de la ciudad, eran las 3 de la tarde y el cielo se había oscurecido como si fueran las 6 o 7 de la noche. Lo increíble y sobrehumano aun estaba por venir.
Un silbido violento se hizo escuchar en la ciudad, y era tan fuerte y tan agudo que seguro seria un ruido a nivel regional y porque no hasta un sonido mundial. Las nubes oscuras se abrieron y un haz de luz logro pasar, pero no era la luz que aun podría dar el Sol a esa hora de la tarde, era una luz resplandeciente y tras ella aparecieron unos seres extraños, transparentes, impresionantes, espirituales. Con la boca abierta por la sorpresa de esa extraña aparición, el grupo de personas donde estaban Gabriel y Cristina observaban absortos la escena. Uno de los seres celestes, se acerco al grupo y solo con mover un dedo de su resplandeciente mano, fue arrebatando la vida uno por uno de los sobrevivientes.
Eran los ángeles de la destrucción, las visiones proféticas de muchos hombres de la antigüedad hechas realidad. No se sabía si eran ángeles cristianos, o árabes, o dioses hindúes, o simplemente extraterrestres de algún lejano planeta que se arrogaban el titulo de justicieros del universo. Lo cierto era que, la Tierra como se conocía, ya no era tal, la humanidad se había extinguido, primero por las violentas fuerzas de la naturaleza puestas de manifiesto, y segundo, rematados los sobrevivientes por estos seres extraídos de algún delirio de ciencia ficción. Pero eran reales, y todo era real.
Gabriel y Cristina, abrazados y aterrados, veían caer a sus lados a las personas que los habían acompañado en esas horas de destrucción final, pero a ellos no les pasaba nada. Intentaron correr, y lo hicieron un pequeño tramo, hasta que una de las criaturas celestes se les puso en el camino. Y les hablo.
- Ustedes no tienen nada que temer, desde el momento que nacieron, fueron observados, y se descubrió que en el corazón de ustedes solo existe la pureza de la existencia noble y desinteresada. Ambos han sufrido en sus vidas, y aun este trance final, se interesaron en la seguridad del otro, antes que en la suya misma.
Otra criatura celeste se unió a la primera, y con una voz que podría ser oída desde cualquier parte (si existiera alguien con vida aun), añadió:
- Asistimos una vez más al nacimiento de la especie, al principio de la historia, al volver a empezar de la vida y la existencia, al culto de una entidad superior que nuevamente recibirá mil nombres diferentes y será adorado de mil maneras distintas, una vez concluido este ciclo vital volveremos.
- Pero, antes de eso, -volvió a hablar el primero- los nombres de ustedes, serán recordados, como los padres de esta nueva civilización, muchas ciudades nuevas se levantaran y tendrán sus nombres, pero también caerán, victimas de sus errores y victimas de su destino.
Venciendo el miedo y adaptándose de una manera increíble a la nueva situación, Gabriel se atrevió a preguntar: ¿Porqué murió tanta gente buena? ¿Porqué solo nosotros?.
- Nadie era bueno en este mundo, aun las personas que ustedes querían, tenían deudas con la vida, todos en este mundo estaban condenados, aun los que vivieron en los milenios anteriores a ustedes, ustedes tenían que vivir en esta época, porque solo ustedes podían sobrevivir. –termino de decir el segundo ser celeste-.
Mientras esto sucedía, miles de seres celestes, que llegaban desde todos los puntos cardinales, habían aparecido en el cielo y todas daban alabanza a Gabriel y Cristina. Finalmente, uno de ellos, salio de entre la multitud, y acercándose a ellos, con voz grave les dijo:
- Desde este momento tu nombre será Adán, y el de ella será Eva.
Y Cristina volvió a mirar fijamente a Gabriel, y empezó a recordar donde lo había visto antes, no en esta vida, sino mucho antes…